- Mamá,- dijo el niño mirando a la madre en la cara-, ¡eres muy bella!
La madre sonriño complacida, pues, es dulce el halago en labios de un niño .
- Sí, - continuo el niño- no hay en todo el mundo una mamá más linda... menos en las manos.
- No las mires, pues que son tan feas,-dijo-.
- No puedo evitarlo. Cada vez que las toco tengo que mirarlas; son manos enrojecidas y cubiertas de cicatrices. ¡oh, si fueran lindas como tu cara!
El padre llamó aparte al niño y le dijo:
-Te contaré una historia: una noche una criatura dormia en su cuna. Debido a un descuido tomarón fuego las cortinas de la cuna, que en un instante quedó envuelto en llamas. La sirvienta salió corriendo de la habitación, pero la madre se precipitó y con sus manos blancas apagño el fuego y salvó a la criatura. Esas manos recibierón terribles quemaduras. Durante semanas estuvierón vendadas y sin poder servir. Cuando cicatrisarón las llagas, las manos eran...
Pero el niño no esperó el fin del relato, corrió a arrodillarse junto a la madre y tomándole las manos rojas y cubiertas de cicatrices, las besó repetidas veces, diciendo:
-¡Mamá, tus manos son las mas bellas del mundo!
ENCAR CATALÁ